Este detalle no es menor: las vírgenes negras están asociadas a lo primordial, a la tierra fértil, al útero cósmico. Representan la sabiduría ancestral que no ha sido domesticada por las estructuras patriarcales. Su poder es subterráneo, iniciático, oculto a los ojos comunes.

Visitar a la Moreneta es una peregrinación al corazón del sagrado femenino en su forma más arcaica y transformadora. Es enfrentarse al misterio que precede al dogma. Es tocar la matriz de la Tierra con el alma.

Montserrat también es un centro solar. Su alineación con ciertas constelaciones y el hecho de que muchas de sus capillas antiguas estén orientadas al este sugieren que fue usada, desde tiempos precristianos, como centro de culto solar. Algunos creen que allí se celebraban ritos druidas, celtas e incluso anteriores, donde la montaña era considerada un axis mundi, un lugar de ascenso al espíritu.

La mezcla entre lo solar (masculino divino) y lo telúrico (femenino terrestre) la convierte en un espacio de reconciliación de polaridades. Montserrat ha sido vinculada por algunos estudiosos esotéricos con el Santo Grial, y hasta con la estirpe de Jesús y María Magdalena. La leyenda dice que el Grial fue ocultado en algún punto de estas montañas. No necesariamente como objeto físico, sino como frecuencia, como código espiritual de renovación del linaje crístico.

No es casualidad que Ignacio de Loyola tuviera su gran despertar espiritual en esta montaña. O que muchas personas que la visitan espontáneamente reporten visiones, sueños lúcidos o sincronicidades que cambian el rumbo de su vida.